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DERMATOLOGÍA, VENEREOLOGÍA, SEXUALIDAD Y MOCHICAS:

Chernan Zapata Médico Dermatólogo

Cunde el desconocimiento de la Dermatología como especialidad médico quirúrgica que tiene por campo de acción a la venereología. Las enfermedades que tienen su asiento en los genitales externos son acusiosamente estudiadas y tratadas por la Dermatología. El dermatólogo entrenado discernirá con pericia que la lesión erróneamente diagnosticada como infección de transmisión sexual o cáncer es en realidad una reacción por ingesta de aspirina, por citar un ejemplo. Es usual que el paciente venereológico  acuda con temor, desconfianza y pudor; incomodándose  a tratar el motivo de su consulta.  Por lo tanto un dermatólogo docto y empático, para poder entender y tratar mejor a sus pacientes, además de conocer la parte biológica de la sexualidad deberá comprender la sexualidad en su contexto sociocultural.


La ruborización por la sexualidad humana y su estigmatización  es de reciente origen si tomamos en cuenta los 300,000 años  del Homo sapiens sobre la Tierra.


Los órganos, características y  manifestaciones sexuales han sido representadas por las diversas culturas a lo largo de la historia.  Así tenemos a la Venus paleolítica de Willendorf, una escultura tallada en piedra que muestra a una mujer pequeña con unas prominentes tetamenta y nalgamenta asociadas, según los expertos, a la representación de la madre Tierra y la fecundidad; sin embargo un último estudio de Richard Johnson concluye que la voluptuosidad de la estatuilla estaría relacionada con la idealización de la obesidad para enfrentar periodos de hambruna durante la glaciación. El mural del Príapo de Pompeya retrata al dios grecorromano sosteniendo con su mano derecha una balanza que contrapesa un enorme y erecto falo con una bolsa repleta de monedas. En la antigua Roma era común ver esculturas fálicas en los ingresos o jardines de hogares y negocios, cual amuletos contra  el mal de ojo y la envidia; a la vez que atraían  la prosperidad, la fertilidad, la salud y riqueza. En similar sentido el itífalo era un amuleto en forma de falo erecto que se colgaba en el cuello de los niños egipcios para protegerlos de ciertos males.

En nuestros lares los  mochicas, insignes ceramistas,  plasmaron con artística maestría rostros humanos,  animales, seres antropomorfos  y deidades. Las situaciones cotidianas e importantes no fueron ajenas a dichas representaciones y entre ellas la sexualidad fue ricamente abordada en los llamados huacos eróticos. La colección más grande de huacos eróticos se exhibe en el Museo Larco de Lima, se estima que, después de Machu Picchu, este lugar sería el segundo punto turístico mayormente visitado por los turistas extranjeros. De los ceramios recuperados y salvados, muchos fueron destruidos por la sensura de los invasores europeos y el puritanismo local, se colige que nuestros ancestros entendieron y practicaron una sexualidad sana, plena, variada y diversa. Además de la cosmovisión  ligada a fertilidad de la madre Tierra y ser herramienta reproductiva, la sexualidad mochica fue vivida como fuente de placer libre de tabúes.


En los últimos días la instalación de un mega huaco erótico mochica en el sector Santa Rosa del distrito de Moche alborató el cotarro local, como diría nuestro polígrafo y divulgador sexual Marco Aurelio Denegri. La situación de intolerancia llegó al extremismo vandálico que lesionó al itifálico y ancestral  ciudadano moche en el extremo distal de su empinado miembro. Lo ocurrido pone en el tapete el desconocimiento, los temores y la intolerancia reinantes en materia de sexualidad. Esto nos lleva a reflexionar que la vallejiana expresión " Hay, hermanos, muchísimo que hacer" sigue palpitante y vigente.

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