Chernan Zapata/ Médico Dermatólogo
DERMALÁSER- www.dermatologochernan.com
En los últimos años el anglicismo "antibacterial" ha sido muy difundido, plagando los medios de comunicación masiva y reproduciéndose exponencialmente al punto que un gran sector de la población y algunos profesionales de la salud, inclusive, dan por válida la expresión sin reparar en el yerro. Nuestra rica lengua américo hispana viene siendo deslucida por la proliferación de neologismos que so pretexto de distinción y modernidad se incrustan cual abrojos en elegante capa. En castizo el nombre de los microorganismos de una sola célula y más abundantes en la Tierra es bacteria, término del que deriva bacteriano (perteneciente o realtivo a las bacterias). En inglés bacteria es bacterium; bacterias, bacteria y bacteriano, bacterial.
En nuestro pensamiento dual y simplista la palabra bacteria va indisolublemente ligada a enfermedad; mas estos seres microscópicos son también nuestros aliados y amigos. Llamamos microbioma a las poblaciones microbianas que habitan de modo normal en nuestro organismo (piel, sitemas digestivo y genital), estos camaradas mantienen un delicado equilibrio de la salud, nos protegen de microrganismos extraños, activan nuestras defensas y colaboran con la absorción y producción de vitaminas. Además, las bacterias son útiles en las industrias (alimentaria, farmacéutica, curtiembres, etc), producción de oxígeno y agricultura (control biológico, absorción de nutrientes y fijación de nitrógeno en el suelo). De hecho, un mundo aséptico, sin bacterias, es inimaginable.
Valiéndose de una publicidad arrolladora (desfiles idílicos de pieles níveas y limpísimas, familias felices y madres abnegadas que cuidan la salud de sus vástagos) los jabones en cuestión nos garantizan un cuerpo sano y "libre de bacterias". Como artilugios publicitarios se ostenta avales de médicos y prestigiosas sociedades científicas o profesionales, hecho conocido en la Lógica como falacia ad verecundiam (argumentación inválida que consiste en tomar una aseveración por verdadera sólo por que la dijo un "líder de opinión" o un experto en la materia). Embelezados por la arquitectura mercadotécnica y confiados en la buena fe de los anunciantes, consumimos y consumimos sin reflexionar o informarnos si será cierta tanta belleza. Los números mandan, con mucha maña, los jabones antibacterianos han incrementado ostensiblemente sus ventas al punto de desplazar a los jabones comunes.
En la década del sesenta aparecieron las primeras investigaciones que alertaban sobre los probables efectos adversos y riesgos del uso de jabones antibacterianos, estos hallazgos llevaron a ciertos países restringir su comercialización. Con el transcurrir del tiempo las evidencias fueron cada vez mayores. Tardíamente, en 20013 la FDA (Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos), instó a la industria a mostar los estudios y pruebas sobre la seguridad y eficacia, tan publicitadas, de los jabones antibacterianos. En setiembre del 2016 la FDA emitió un reporte prohibiendo el empleo de diecinueve sustancias contenidas en los susodichos jabones; dentro de ellas, dos en particular: el triclosán y el triclorocarbán. Se evidenció que estos jabones no demostraron ser más efectivos en la prevención de infecciones que los jabones comunes; por el contrario el uso frecuente se asocia con una mayor frecuencia de: resistencia bacteriana ( los antibióticos no controlan las infecciones pues las bacterias mutan y son más fuertes), alergias, e irritaciones. Estas sustancias fueron encontradas en el cordón umbilical de los recién nacidos y en la sangre y la orina maternas. Experimentos en animales sugieren asociación con: prematuridad, bajo peso al nacer, alteraciones hormonales (afectación tiroidea, obesidad, testículos no descendidos y pubertad precoz) y promoción del crecimiento de tumores ya existentes. El medioambiente también es perjudicado. Al ser sustancias no biodegradables son absorbidas por flora y fauna (terrestres y acuáticas) con todos los daños relacionados, incluido la muerte de algas y bacterias marinas productoras de oxígeno.
Como hemos visto, respecto a las bacterias no todo es malo. A la luz de las evidencias no hay razón para preferir un jabón antibacteriano; muy por el contrario, su empleo se asocia a riesgos para la salud y el medio ambiente. Lo sensato e inteligente es: no utilizarlos.